No son las hojas verdes renacidas de los árboles al final de un duro invierno, ni el mirar los amaneceres de aquel hermoso y brillante sol rosado, no son las estrellas titilantes de mis noches a tu lado.
Tampoco son las aves que con sus cantos endulzan cada mañana, a tu lado; ni el suave perfume de las flores anunciando deliciosamente que la primavera ha llegado, mucho menos son los atardeceres que vivo a tu lado.
No es la sonrisa de los niños que ríen y juegan hermosos en los parques, ni son las estrellas fugaces a las que pedimos nuestros más añorados deseos, no es la lluvia aperlada que riega las flores, flores perfectas que regalan los enamorados, ni la hermosa media luna que miramos juntos.
No son las hojas que caen cuando termina la primavera y que pintan de hermosos dorados las calles donde caminamos de la mano, juntos; no es el frío del invierno que incontrolable me lleva sin opción hasta tus brazos, ni la fría nieve y su blanco resplandor.
No es despertar y primero ver tus ojos, no es una tarde en calma entre tus brazos, no es la blanca gardenia que perfuma tu cuerpo, no es nada si no tú, lo que hace hermosa mi vida, señora mía, eres tú.